Los erizos fueron de los primeros mamíferos, evolucionaron desde muy temprana edad en la época en la que los mamíferos hicieron presencia en la Tierra. Los registros fósiles demuestran que no han cambiado mucho en los últimos 15 millones de años. Y tal como sus contemporáneos mamíferos, son de hábitos nocturnos e insectívoros. En la vida silvestre, la mayoría de las especies duermen durante todo el día escondidos entre las rocas o en algún agujero que encuentran en el suelo. En las regiones donde el invierno es inclemente, cavan agujeros subterráneos en los que hibernan y lo hacen tanto por el clima frío como por la escasez de alimento en esta época del año. Sin embargo, los erizos domésticos no hibernan, no tienen necesidad de ello.
Los erizos salvajes aprovechan las oportunidades; comen todo lo que encuentran, incluyendo caracoles, ranas, serpientes, en el caso de carnes, y si se trata de vegetales, pueden comer hongos y raíces; aunque tienen un gusto especial por los melones y las sandias. Los insectos son unas de las comidas favoritas de la mayoría de las especies de erizos. Esta última dieta es baja en grasas y rica en proteínas y además incluye una buena cantidad de quitina, un componente de los exoesqueletos de los insectos.
En muchos países donde habitan erizos salvajes, la gente alienta el alimentar a estos pequeños para permitirles entrar en sus tierras para que ayuden a controlar las plagas de insectos; pero para imitar su dieta natural, la comida que se les de debe ser baja en carbohidratos o grasas. Lo mejor es proporcionarles alimento con sabor a pollo.
Además toman mucho agua, si se les permite entrar a una propiedad, hay que asegurarse de que haya suficiente agua y que sea accesible fácilmente.