Mientras que muchos cohetes de ciencia ficción pueden alcanzar la velocidad de la luz y más, los cohetes verdaderos que existen hoy en día aún dependen de la propulsión convencional. Este tipo de motores son capaces de velocidades limitadas, aún en el vacío de baja resistencia del espacio.
Los motores de los cohetes de hoy son motores de reacción. Eso significa que los motores impulsan al cohete para que avance utilizando una reacción igual y opuesta – el cohete hace disparar algo con una cierta masa hacia la parte posterior de la nave, y entonces el cohete es impulsado hacia delante por una fuerza igual a la fuerza producida por la materia arrojada. Por ejemplo, un cohete químico quema combustible para acelerar. El proceso de ignición causa que gases expansivos escapen por una abertura pequeña en la parte posterior del cohete. El cohete entonces es empujado hacia delante por una reacción igual y opuesta. Por lo tanto, los cohetes convencionales tienen que llevar grandes masas que transportan el combustible para que puedan seguir avanzando. El detalle importante es que tienen suficiente masa combustible y pueden dispararlo a velocidades suficientemente altas para producir una fuerza que impulsará la pesada nave hacia su destino.
Dentro de nuestra atmósfera, la fricción pone límites naturales en la velocidad máxima que los vehículos pueden alcanzar. La velocidad es un poco diferente en el espacio. En realidad, las estaciones espaciales y otros satélites que orbitan la tierra típicamente se desplazan a más de 17,000 millas por hora, aproximadamente 27,400 km/h.