Un terremoto es una vibración en la capa de la tierra causada por el movimiento del lecho rocoso y que como resultado genera una liberación rápida de energía. Esto sucede por el acomodo de las placas continentales y oceánicas en el lecho rocoso de la tierra. La tensión causada por este movimiento es tan intensa que rompe el lecho rocoso y desgaja las capas de tierra. Los lugares donde los terremotos ya han roto las capas de tierra son las regiones donde muy probablemente se presenten los terremotos; se llaman zonas de falla o zonas sísmicas.
El foco de un terremoto es el lugar donde la roca se rompe, lo que produce al terremoto. Esto sucede por debajo de la tierra a lo largo de la línea sísmica. Las ondas sísmicas, o las ondas de vibración que causan que las regiones circundantes se muevan, son emanadas desde el foco. Las ondas sísmicas causadas por una ruptura de la roca en el foco de un terremoto viajan a través de la tierra. De acuerdo a ciertos estudios, un terremoto en el Polo Sur haría vibrar el Polo Norte en menos de media hora. Afortunadamente, los terremotos reducen su energía conforme se desplazan, causando a su paso menos daño del que causan en su foco.
El epicentro de un terremoto es el punto en la superficie de la tierra directamente por encima del foco. Las ondas sísmicas se emiten desde el foco por debajo de la tierra, el primer lugar en la superficie del globo terráqueo donde se perciben las ondas es en el epicentro. Esta área es la que se golpea con más fuerza cuando ocurre un terremoto porque las ondas son más fuertes. Los terremotos con puntos de focos superficiales son mayores en cuanto a su escala de magnitud que los terremotos con puntos de foco profundos.