Aunque presentan algunas particularidades propias de los grupos biológicos a los que pertenecen, los investigadores y farmacéuticos insisten en que las diferencias entre los efectos de la amoxicilina y la ciprofloxacina son prácticamente despreciables.
En el caso de la amoxicilina, esta se deriva de la penicilina y se emplea para tratar diversas infecciones del cuerpo causadas por las bacterias, tales como las infecciones de la vejiga y el oído, así como también otros padecimientos entre los que se encuentran la gonorrea, la neumonía y las úlceras estomacales causadas por la Helicobacter pylori.
Por su parte, la ciprofloxacina constituye igualmente un antibiótico pero en este caso perteneciente al grupo de las fluoroquinolonas. De la misma manera que la amoxicilina es muy útil para combatir diferentes infecciones del cuerpo. Entre los padecimientos que exigen con más frecuencia el empleo de la ciprofloxacina se ubican las infecciones de tracto urinario, la sinusitis, la tuberculosis y la fiebre tifoidea.
Varios estudios científicos han abordado la posibilidad de emplear cualquiera de estos dos antibióticos como alternativa para el otro en el tratamiento de diversas enfermedades como es el caso de la sinusitis crónica y la cistitis no complicada, específicamente en el caso de las mujeres.
Los resultados en el caso de la sinusitis crónica permitieron a los investigadores concluir que la ciprofloxacina constituye una variante tan eficaz como la propia aplicación de la amoxicilina. De la misma manera ha quedado demostrado que para las situaciones de cistitis cualquiera de los dos medicamentos puede lograr un resultado favorable en la erradicación de la infección.
Por último, es necesario aclarar que –como el resto de los antibióticos–, tanto la amoxicilina como la ciprofloxacina pueden acarrear efectos secundarios en quienes llevan a cabo un tratamiento, por ejemplo diarreas, náuseas, vómitos y dolor de cabeza, por lo que es prudente no iniciar nunca un ciclo de estos medicamentos sin haber recibido indicaciones precisas de un especialista de la salud.
También es importante que reciba indicaciones sobre cuáles productos farmacéuticos o alimentos no debe consumir mientras cumple el tiempo establecido para el tratamiento, o qué condiciones físicas prescriben el uso de estos antibióticos tales como el embarazo, las enfermedades renales, los trastornos en la coagulación sanguínea, las enfermedades cardiovasculares, la diabetes, las lesiones en la cabeza, el asma o algún historial de alergias a algún antibiótico en el pasado, entre otras.