El cloracné es una afección de la piel parecida al acné, en la cual se producen erupciones como espinillas, pústulas o quistes, frecuentemente en la zona de la cara, cuello, ingle y axilas. Es provocada por hidrocarburos aromáticos halogenados, como las dioxinas, fungicidas y herbicidas. Aunque se parece al acné, difiere en que el cloracné no presenta piel grasa, al contrario, las glándulas sebáceas se vuelven más pequeñas de lo normal.
No es una enfermedad contagiosa ni congénita, es adquirida. Muchas veces se inicia con un aumento de grasa en la piel, lo que ocasiona presencia de acné, quistes, hinchazón en la zona afectada, comedones, pústulas y engrosamiento de la piel, en la cual los poros de la piel se tapan con queratina. Luego que aparece todo esto, la grasa desaparece y comienza a resecarse la piel, produciendo escamas y hasta deshollejo.
Esta enfermedad se produce por contacto directo en la piel del elemento tóxico, aunque también puede por causa de ingesta o inhalación. Sus efectos se producen luego de algunos días, habiendo casos en los que no sucede nada hasta un mes transcurrido el contacto. El tratamiento se realiza eliminando primeramente la exposición al hidrocarburo para evitar la progresión de las lesiones cutáneas. Además, se tratan las erupciones ocasionadas en la piel con antibióticos orales o isotretinoína. En algunos casos, las lesiones desaparecen luego de dos años; pero en otros, éstas resultan ser permanentes, aun habiendo sido tratadas.
El término cloracné se debe a que, en 1897, Von Bettman creyó que esta enfermedad era causada por la exposición, de ciertos trabajadores alemanes, al cloro. Desde ese entonces hasta mediados de la década de los cincuenta se creía que el cloro era el culpable, pero luego se logró descubrir que los hidrocarburos eran los desencadenantes de este gran problema.