Cada instrumento musical, de acuerdo a su forma y a sus características sonoras, demandan del artista distintas posiciones tanto esqueléticas como musculares. De esta forma si para los percusionistas es importante la postura de la cadera y el contacto de las caras interiores de las manos con la superficie del instrumento, para un violinista lo más importante es el ángulo de los brazos a que mantiene suspendido el violín.
En el caso particular de los clarinetistas, es muy importante los que se conoce como embocadura del clarinete. Esta consiste en la posición en que el ejecutante coloca la boca cuando interpreta el clarinete.
Cada instrumento de viento cuenta con su propia embocadura, para que sea más fácil obtener sus sonidos, así como también su manera obligatoria de colocar la boca y los labios. El clarinetista debe sostener la boquilla con la fuerza suficiente como para controlar la salida del sonido, pero también con cierta relajación para que la lengüeta pueda vibrar fácilmente.
Una embocadura correcta es esencial en la obtención del tono adecuado, aunque esto también depende de la forma y el ángulo en que el clarinetista coloque el instrumento entre los dientes, los que pueden variar de un intérprete a otro. La posición más indicada es aquella en la que el clarinete pende entre las rodillas del clarinetista o ligeramente cercano a su cuerpo, además el peso del instrumento debe recaer en el pulgar derecho y nunca en la boca.
A la hora de colocar la boca en la embocadura, lo indicado es que los labios sellen cualquier salida de aire, pues todo el que se produzca debe ir a parar al instrumento. Los músculos de la cara deben estar fijos y tensos para sujetar correctamente la pieza. Los principiantes suelen tener problemas para determinar cuánto de la embocadura deben introducirse entre los labios, aunque esto termina por ser una opción muy diferente en cada caso.
De cualquier manera, dominar la embocadura del clarinete representa el primer reto de cualquier persona que se aventure a tocar este instrumento.