La psoriasis, de manera general, representa una enfermedad de la piel cuyo efecto más visible lo constituyen las lesiones escamosas que aparecen en algunas regiones epidérmicas. Puede desarrollarse en cualquier parte del cuerpo como por ejemplo las palmas de las manos, la espalda y los codos. En el caso de los genitales, puede aparecer junto con alguna de las zonas anteriores, pero su aspecto es distinto.
La psoriasis genital, a diferencia de las escamas en forma de placas que aparecen en otras áreas corporales, se manifiesta en forma de erosión rojiza y resequedad de la piel, ocasionando que esta cambie de manera frecuente. Esta enfermedad resulta más frecuente y temprana en las mujeres, aunque los hombres también la experimentan con regularidad y de hecho son más propensos a heredarla, pues la psoriasis no es infecciosa.
La enfermedad posee algunas diferencias en la manera cómo se evidencia en cada sexo: los hombres son propensos a presentarla en el glande y el escroto, mientras que las mujeres en los labios inferiores y en la zona externa de la vagina. En ambos sexos el padecimiento causa irritación y picor, aunque en ningún caso se ha reportado dolor intenso, ni siquiera durante el acto sexual, que puede mantenerse ininterrumpido a pesar de la enfermedad.
Algunos de los síntomas más recurrentes de la psoriasis genital son, como ya se mencionó, la erupción y la inflamación de la piel, la sensación de picazón y el aspecto escamoso de la epidermis. Entre los elementos que pueden desencadenar un cuadro clínico de psoriasis se encuentran diversos factores de carácter metabólico, endocrinos, psicológicos y hasta climáticos.
Los medicamentos tópicos son los más indicados para el tratamiento de la psoriasis, aunque es muy importante visitar y consultar a un especialista pues la zona genital resulta mucho más delicada y problemática que otras regiones del cuerpo, por lo que el tratamiento pudiera presentar algunas particularidades.
También es importante tener en cuenta el impacto psicológico y emocional de la psoriasis genital, pues su presencia acarrea inseguridades y trastornos sexuales en quienes la experimentan, a pesar de que no constituye una enfermedad contagiosa.