Para saber dónde vivían los dioses romanos de considerar la gran influencia que la mitología griega tuvo sobre las creencias religiosas romanas. Según los griegos el hogar de los dioses era el monte Olimpo, aunque otras divinidades podían habitar el mar o las profundidades de la Tierra.
Se suponía que Zeus era el padre de dioses y hombres y soberano de todo en el Olimpo. Los romanos le adoptaron con el nombre de Júpiter. A su lado estaba, según la terminología romana, Juno, reina de los dioses, protectora del matrimonio y de la familia. Neptuno era el dios del mar, de los caballos y de los terremotos. El tridente y el carro eran sus atributos. Minerva era considerada la diosa de la inteligencia y de la guerra justa, protectora de las instituciones políticas, de las ciencias y de las artes. Marte era el dios de la guerra destructiva y de la lucha. Por el contrario Venus era la diosa del amor y la belleza. Apolo representaba al dios de la luz, de la poesía, de la música, de la profecía y de la medicina.
Sin embargo en la Antigüedad los dioses romanos ocupaban un lugar próximo a los humanos, vivían en un contexto ciudadano. Podían concretarse en lugares donde residían como un altar o templo en los que había una estatua que los representaba y encarnaba. Estos lugares eran considerados terreno divino con todas sus consecuencias.
Los dioses podían tener varios lugares de residencia en una misma ciudad. Por ejemplo Júpiter cuya área de influencia era el Capitolio podía ser encontrado en otros lugares bajo otras advocaciones.
A veces los dioses que compartían funciones residían en un mismo espacio o espacio próximo, así la diosa de los nacimientos podía ser adorada junto a la diosa de las matronas.