Una de las civilizaciones antiguas más odiadas y temidas eran los asirios. Los historiadores y los arqueólogos han recolectado extensa información acerca del surgimiento y la caída del imperio asirio, corroborando lo que la Biblia dice.
Los asirios fueron la población dominante en el Medio Oriente antiguo. Su reino se ubicaba entre los ríos Tigris y Eufrates, y sus dos ciudades principales fueron Assur y Nineveh. Los asirios alcanzaron la cúspide de su poder entre los años 1500 y 1100 a. C., y su reinado cayó alrededor del 615 a. C. Babilonia fue el competidor más importante para su dominio. En el siglo IX a. C., los arameos conquistaron parte del territorio asirio, pero entre el 883 a. C. y el 727 a. C., los asirios volvieron a tomar el control de sus tierras. A partir de ese momento, se expandieron en un imperio, que se convirtió en demasiado grande para poderlo controlar. En algún momento, Babilonia se liberó y destruyó a Nineveh, marcando el final del imperio asirio.
El territorio asirio era la única área fértil en la región árida, por lo que las personas de las cercanías generalmente lo atacaban para ganar acceso a sus riquezas de la agricultura. Los asirios, en consecuencia, pasaban siglos defendiendo sus fronteras y se convirtieron en guerreros y crueles, torturando a sus prisioneros para intimidar a sus enemigos. También dispersaron a las personas conquistadas hacia distintas partes del imperio, rompiendo cualquier sentido de identidad nacional entre los derrotados. Religiosamente, los asirios eran politeístas y animistas. Creían que los objetos inanimados y las características geográficas tenían espíritus, así que adoraban a los dioses de la naturaleza, más prominentemente al Dios Assur.