El termino sofista proviene del griego sophia que quiere decir sabiduría y de sophos que significa sabio. En Grecia el término sabio se utilizaba para designar a aquella persona que hacía uso de la profesión para enseñar la sabiduría, es decir, era una persona capaz de utilizar la inteligencia propia para realizar determinadas acciones.
Sería Eurípides quien añadiría al término un significado más preciso ya que el uso de la inteligencia propia para realizar determinadas acciones era demasiado genérico. De esta forma, Eurípides designa al sofista como aquella persona que hace el arte práctico del buen gobierno. No obstante esta definición generó controversia ya que había pensadores que opinaban que el sofista era quien le daba utilidad a lo sabido mientras que otros opinaban que el sofista poseía el conocimiento de forma innata, natural.
Al contrario que los filósofos, los sofistas se dedicaban a la búsqueda de la progresión jerárquica ya fuese de forma política, social o monetaria mediante la aplicación práctica de todos los conocimientos adquiridos. Los filósofos, en cambio, se centraban en buscar la verdad de las cosas.
El sofista pues gozaba de buena reputación en su estado inicial ya que era la muestra visible de la preparación individual, de la imagen intelectual y carismática de la élite social. Sin embargo, pronto perdió todo el prestigio adquirido ya que el movimiento degeneró hasta el punto de manipular a la sociedad con el mero objetivo de obtener algún beneficio sin importar el origen de las técnicas o las fuentes empleadas para tal fin.