La historia del arte, al igual que la del hombre, siempre ha sido una lucha de contrarios, o en términos del teatro: su carácter siempre ha sido conflictivo. Cuando un período caduca y nace otro nuevo, sobreviene un período de resistencia y lucha que termina con la imposición de una nueva manera de ver el mundo.
Durante el siglo XVII convivieron en franca oposición dos tendencias del arte, denominada por sus características como Neoclasicismo y Romanticismo. Entre ambas existían radicales diferencias, que a la postre, terminaron por imponer al segundo.
El arte neoclásico fue una respuesta a la banalización de todas las manifestaciones culturales durante el reinado del Rococó, un estilo que se regodeaba en lo trivial e intrascendente. Por este motivo, abogó por un regreso a las formas medidas y racionales de la época clásica, que lo asemejan como corriente al Renacimiento.
Lo más importante para el arte neoclásico era mostrar la parte heroica y virtuosa del ser humano, y lo intentaron mediante la representación de temas principalmente históricos, así como también mediante el preciosismo técnico y las proporciones perfectas que ya habían intentado los clásicos europeos como Leonardo da Vinci y Miguel Ángel. Los neoclásicos eran guiados por los criterios de la racionalidad, la ciencia y el orden.
Por su parte, el Romanticismo se opuso a estas nociones mecanicistas de la vida y el comportamiento humano, cuando al contrario lo que debía prevalecer era la sensualidad y las emociones. El arte desarrollado por los artistas románticos recurría a composiciones irregulares y hasta caóticas, como una manera de referirse también a cuestiones como la libertad del hombre y los sentimientos, que el neoclasicismo anulaba.
Aparece una especie de obsesión por la búsqueda del talento y la genialidad individual, signada muchas veces por el carácter trágico, que prefería los creadores de esta etapa.
No obstante, a pesar de la diferencias tuvieron en común la capacidad de imprimirle movimiento al pensamiento intelectual y cultural de la época, a la vez que lo reencontraron con el carácter profundo y contradictorio del arte.