Quizá muchos no sepan que la palabra champú proviene del hindi, donde se refiere a masaje terapéutico del cuero cabelludo. En Occidente, hasta bien entrado el siglo XIX, la gente se lavaba la cabeza con jabón corriente, no sin dejar de notar la irritación y el aspecto opaco que este producía en el pelo.
La solución originaria vino de manos de un inglés, quien hirvió en un balde rebanadas finas de jabón junto a ciertas yerbas locales que agregaron fragancia y lubricación natural. Hoy en día, los champuses se fabrican con surfactantes artificiales y vienen en los olores y tipos más diversos.
Sin embargo, para muchos resulta más fácil y económico preparar el champú en casa. Hay varias formas de hacerlo según el tipo de cabello a lavar, pero la más común y neutral es la siguiente:
- ¼ de taza de agua destilada.
- ¼ de taza de jabón de Castilla líquido, pudiendo ser del tipo inodoro o fragante.
- ½ cucharadita de algún aceite vegetal ligero, preferiblemente de jojoba.
Los ingredientes se mezclan bien y se almacenan en una botella plástica de las de champú comercial, debiendo agitarse un poco antes de su empleo. Esta barata y sencilla fórmula ofrece un champú natural mucho más denso y espumante que los comerciales, que puede ser empleado sin restricción por toda la familia.