La leche es un alimento básico nuestro crecimiento, puesto que durante el periodo de lactancia nos alimentamos de leche materna. Una vez que hemos pasado el periodo de lactancia sustituimos la leche materna por leche de otros animales. Aunque antiguamente era más acentuado el consumo de leche de cabra últimamente la leche más consumida es la leche de vaca.
Ciertos colectivos critican el consumo de la leche de vaca, puesto que ésta contiene hormonas que están destinadas para el crecimiento de la vaca. Éstas no coinciden del todo con las hormonas de crecimiento que nos daría la leche materna, pudiendo llegar a causar efectos no deseados como la gordura o la osteoporosis.
No obstante el consumo regular de la leche de vaca nos proporciona una cantidad de calcio la cual es necesaria para que tengamos unos huesos fuertes. En relación al contenido de grasa de la leche podemos encontrar tres tipos de leche: la entera, la semidesnatada y la desnatada. La menos saludable de todas ellas es la entera puesto que de la grasa normal que tiene la leche, le quitan la mitad en la industria lechera para la elaboración de mantequillas, añadiendo en su lugar grasa de otros orígenes, lo que hace poner a la leche semidesnatada como la opción más saludable en lo que se refiere al consumo de leche.
Un estudio reciente realizado por médicos argentinos concluyó que un consumo moderado de leche en chicos podría ayudar en la prevención de desarrollar diabetes de tipo dos y sufrir un infarto en edad adulta. Además los médicos recomiendan para una persona adulta una cantidad diaria de un vaso de leche (aproximadamente 250 ml).
Concluyendo podemos afirmar que un consumo moderado de leche además de ayudarnos a prevenir ciertas enfermedades supone un aporte cálcico muy beneficioso, ya que gracias a él podremos gozar en un futuro de unos huesos fuertes.