Cuando los españoles llegaron a América, se maravillaron de ver cuan extensa era la farmacopea de nuestras razas indígenas. A medida que se fueron estableciendo conventos en nuestras tierras, y los frailes menos fanáticos comenzaron a explorar la sabiduría de aquellas gentes, supuestamente bárbaras, el asombro se fue haciendo mayor. Los médicos en Europa no daban crédito a sus ojos. A pesar de la quemazón de libros y del intento de erradicar la cultura autóctona en América, aún se conservan algunos libros que recogen las tradiciones más antiguas de los mayas y los aztecas. Uno de los más antiguos es el ‘Códice Badiano’, escrito por el médico azteca Martín de la Cruz y traducido al latín por el médico Xochimilca Juan Badiano. Una de las más importantes de estas obras es la Historia de las plantas de la Nueva España de Francisco Hernández, quien fuera médico de Felipe II y que se pasó siete años en México estudiando la sabiduría indígena, y que en esa obra y en su Historia Natural del Nuevo Mundo registró más de mil doscientas plantas y remedios autóctonos.
Preparación
Antes de comenzar a hablar de las diferentes hierbas y sus propiedades, es preciso que les dé algunas instrucciones sobre las distintas maneras de prepararlas. La más común es la infusión o té. Esta se hace colocando las hojas, la raíz o las flores secas de determinada planta en agua hirviente, pero no al fuego, tapándola por unos minutos. Cuanto más tiempo se tenga cubierta, más fuerte será la infusión. El cocimiento es otra forma muy popular, y consiste simplemente en hervir las hierbas en agua, y dejar reposar el resultado. La tintura se hace machacando las hierbas y colocándolas en una solución de tres partes de alcohol de caña, por una parte de agua destilada o de lluvia. Se pone todo en un pomo, se tapa con un tapón de corcho o de goma y se deja reposar en un lugar fresco por dos semanas, agitándolo todo de vez en cuando. Al cabo de ese lapso, se filtra todo en un frasco limpio. El jarabe se hace agregando al cocimiento una cantidad de azúcar que doble la del agua, y dejando hervir la mezcla hasta que tome consistencia almibarada. Cuando se enfría, se cuela y se le agrega una décima parte de alcohol y se envasa. La maceración es simplemente el paso previo a la tintura, pues consiste en machacar las hierbas en una cantidad mínima de agua. Por último, el jugo se hace exprimiendo las hierbas, o pasándolas por la licuadora y colando el resultado en un paño. De entre todas las formas de tomar una hierba, la más popular es la infusión, y no cabe duda de que la infusión más conocida en todos los rincones del mundo es el té. Sus propiedades son fundamentalmente estimulantes, pero también funciona como diurético, y tomado en pequeñas cantidades y caliente en las comidas, facilita la digestión.
Hierbas
A pesar de la popularidad del té, mi hierba favorita es la manzanilla. En infusión o cocimiento, es excelente para la digestión, para los trastornos intestinales, o para regular la menstruación, y aplicada sobre la piel sirve para aliviar las erupciones. El cocimiento de manzanilla, aplicado al cabello rubio, hace resaltar aún más las tonalidades doradas. Hay otras hierbas, que a pesar de ser tan conocidas como el té o la manzanilla, no se usan comúnmente en las formas antes descritas, sino como condimentos en diferentes platos. Me refiero al comino, al orégano, al romero, al perejil y a la canela. El perejil es usado desde hace siglos por los indios para la nefritis, y además alivia otros problemas renales, y los trastornos menstruales y biliares. También se le atribuyen propiedades digestivas, sedantes y afrodisíacas. Y macerado y en aplicación directa, atenúa el dolor de las picaduras de avispa y de abeja. El orégano, esa planta de nombre tan sonoro, que mereció un poema memorable del gran poeta chileno Pablo Neruda, es, además de ingrediente imprescindible para muchos sabrosos platos, un excelente medicamento en forma de té, para las infecciones intestinales, las amebas, la disentería, y otros trastornos de este tipo. La hoja molida, alivia el dolor de muelas, y un baño tibio reduce los dolores reumáticos. La presencia de esta planta en tantas recetas, no se debe sólo al toque aromático y gustoso, sino a la propiedad que posee para disminuir los efectos flatulentos de algunas comidas.
El comino, también en forma de té, tiene propiedades digestivas y antifla-tulentas, pero se recomienda mezclarlo con otras hierbas para mejorar el sabor tan fuerte.
La canela, tiene propiedades similares al comino, pero también es tonificante, y combinada con otras hierbas estimula la transpiración, por lo que es aconsejable una rajita de canela en la tradicional limonada caliente de las noches de gripe.
El romero, que siempre me trae a la memoria el viejo cuplé: “Rocío. ¡Ay, Rocío, manojito de romero”, tomado como té es estimulante, digestivo y regula la menstruación. También tiene propiedades antisépticas, por lo que en la antigüedad era usada para desinfectar heridas, y para lavados vaginales. La tintura de romero, aplicada directamente, reduce considerablemente la caída del cabello.
Me imagino que mis amigas lectoras estarán asombradas de ver cuántas propiedades desconocidas tenían estas hierbas que prácticamente usamos todos los días. Pero ahora quiero trasladar su sorpresa de la cocina al jardín. Estoy segura de que todas ustedes adoran las flores, y que, de tener un jardín, seguramente ostentarán en él hermosas rosas. Pues bien, ¿sabían ustedes que los pistilos y el cáliz son riquísimos en vitamina C, y que la infusión de pétalos secos es laxante y astringente a la vez, por lo que regula las funciones intestinales? Esta infusión, ingerida por las madres que están lactando, evita los cólicos en los bebés. El cocimiento de pétalos secos, alivia la conjuntivitis.
En su jardín también puede haber malvas, madreselvas, hamamelis y girasoles, y todas estas flores, además de su belleza, poseen también su encanto curativo.
La malva, en cocimiento, es diurética, laxante y pectoral, mientras que en forma de té, ayuda a controlar los trastornos intestinales. Esta infusión era muy popular entre nuestras abuelas para remediar la gastroenteritis infantil, antes de que existieran la sul-fa y el clorafenicol. Las cataplasmas de malva son buenas para los cólicos, la artritis y el dolor de muela, y las hojas en las sienes, según las veteranas de la herbolaria, son una panacea para todos los dolores.
La madreselva, en forma de té, tiene propiedades diuréticas, digestivas, colagogas y sudoríficas. También sirve para mejorar los estados gripales, y aplicada directamente, alivia las inflamaciones.
El hamamelis, es tan popular para controlar las inflamaciones varicosas que ya se vende en las farmacias en forma de loción. Tanto aplicado directamente como ingerido en inlusión, controla las hemorragias e inflamaciones de todo tipo. El uso regular es muy beneficioso para los que padecen de hemorroides.
Con el girasol, se prepara un té de las hojas más tiernas que relaja los nervios, favorece la digestión, alivia los dolores de cabeza y las fiebres provocadas por la pulmonía o la malaria. Aplicadas directamente, ayudan a cicatrizar heridas y llagas.
Otras plantas, que seguramente pueden andar por su jardín, son la menta y la hierbabuena. Ambas hierbas, además de ser muy aromáticas (ideales para colocar entre la ropa blanca, o para adornar bebidas y platos), poseen propiedades digestivas y antiespasmódicas. Una infusión de estas hierbas también ayuda a calmar los nervios, los cólicos y, por si todo esto fuera poco, perfuma el aliento. Las hojas aplicadas en las sienes alivian los dolores de cabeza.
Otra planta popular en los jardines, es la albahaca , que se usa en algunos platos como condimento. Esta hierba en infusión, es excelente como diurético, regula la menstruación y evita la acumulación de gases en el estómago. Macerada o en tintura, es un buen tónico para el cabello.
Ya hemos hablado de las hierbas que todos conocemos, pero ahora sería bueno referirnos a algunas no tan populares, como por ejemplo, el acanto. Esta planta era tan apreciada por los griegos, que reproducían sus hojas como motivo ornamental en los capiteles de las columnas de orden corintio. Las propiedades del acanto son muy variadas. En infusión, es aperitivo y sedante, alivia la disentería, la dispepsia, las irritaciones renales y ayuda a controlar las hemorragias causadas por golpes o caídas. También reduce las inflamaciones hemorroidales, y la hoja, aplicada directamente sobre la piel, es desinflama-toña y neutraliza el efecto venenoso de algunas plantas e insectos.
No podemos cerrar nuestra conversación de hoy, sin hablar de las hierbas airodisíacas . Aunque hay mucho de mito, con respecto a la propiedad de estas plantas, no deja de ser cierto que tienen propiedades que estimulan la función sexual. Entre las más conocidas están la damiana, la yohimbina y el ying-seng.
La damiana, es conocida en México también como pastorcita, y su nombre científico es ‘turnera diffusa’. Tomada en infusión resulta efectiva en los casos de impotencia temporal, causada por los excesos o el alcohol. También alivia otros males, como la orquitis, la nefritis, la diabetes, y las irregularidades de las vías urinarias. Combinada con otras hierbas, es también efectiva en los casos de debilidad nerviosa.
La yohimbina no es una hierba, sino la corteza de un árbol, que rallada, se toma en forma de té. Tomada en pequeñas cantidades, restaura las energías sexuales después de unos días de tratamiento.
Por último, el ying-seng, planta muy conocida en Asia, que poco a poco se ha venido popularizando en Occidente, es tonificante para varias glándulas endocrinas y su uso regular en forma de té (una taza diaria), vigoriza, favorece el funcionamiento saludable de todo el organismo, y por ende, de los órganos sexuales.
Hay muchísimas otras hierbas salutíferas, incluso hay algunas que consumimos sin saber enteramente los beneficios que nos proporcionan, como el mate, que es rico en calcio, en magnesio y en vitamina C. Está reconocido, como un saludable estimulante (en cantidades moderadas), que mantiene activo el cerebro, preserva la memoria, y previene la demencia senil, ademas de ser un buen febrífugo y digestivo.