El abanico es un accesorio que, si bien hoy en día ha caído en desuso, ha sido usado desde la antigüedad por su practicidad y por ser un objeto que otorga distinguida elegancia al porte femenino. Hoy en día, gracias al avance de la industrialización, puede conseguirse en el mercado una amplia gama de abanicos de variados materiales, tamaños y estampados que nos permitirán llevarlos según el dictado de la moda.
Sin embargo, conocer cada una de sus partes hará que podamos llevarlos con la naturalidad que requiere su uso. Lo que otorga al abanico su peculiar forma triangular y plegable es la unión de varias varillas de madera – que pueden ser caladas o pintadas- por uno de sus extremos perforados con un objeto llamado clavillo. Su finalidad es mantener dichas varillas unidas sobre un eje que les permitirá girar en noventa grados distanciándose unas de otras. A fin de que este ángulo de rotación se mantenga, las varillas de los extremos, llamadas barajas, se fabrican de mayor grosor a fin de que funcionen como una base rígida. Ésta facilita la apertura de las varillas que conforman el abanico y su correcta manipulación.
Los abanicos de este tipo de composición se llaman “de barajas”, o simplemente, “barajas”. Existe, sin embargo, otro tipo de abanicos en los cuales los espacios libres entre las varillas son cubiertos por una tela llamada país, sujeta por las barajas. Mientras que el abanico de barajas suele vincularse con la cultura española, con el flamenco y el baile andaluz, el abanico de país es propio de la cultura oriental y nos ha llegado de tiempos inmemoriales. Suele atribuírsele mayor belleza por su posibilidad de presentar llamativos y coloridos estampados en una gran diversidad de texturas y tamaños. Por otro lado, su propia composición hace que el movimiento realizado al abanicar sea más suave y elegante ya que la tela permite una mínima filtración de aire por sus poros que actúa como un freno al impulso manual dado al objeto.