El agua es el peor enemigo de la electrónica, pues su carácter oxidativo suele apresurar el deterioro de todos los componentes, sin contar la posibilidad de cortos circuitos, alteración de parámetros y contaminación con sales en caso de aguas duras y de mar.
Los componentes de un teléfono móvil resultan especialmente sensibles en caso de inmersión o mojadura debido a su minúsculo tamaño. Sin embargo, ya que se usan en toda circunstancia, suelen sufrir por exceso de humedad con frecuencia.
Cuando esto suceda, una buena medida sería abrirlo y aplicarle aire comprimido a una velocidad que no ponga en riesgo la fijación de los componentes. Esto se logra alejando lo suficiente la botella de aire comprimido o regulando su caudal en caso de contar con válvula.
Si no hubiera esta posibilidad, al menos un ventilador serviría para secar las partes mojadas y disminuir la humedad dentro del equipo. La exposición del celular abierto a un sol filtrado o tenue también podría resultar favorable.
Cuidado con un sol muy fuerte, pues la elevada radiación conduciría temperaturas cercanas o superiores a las máximas recomendadas por el fabricante.
De todas formas, si luego de aplicar estos métodos caseros quedara alguna duda o simplemente el aparato no funciona adecuadamente, llevarlo a un taller especializado para obtener un diagnóstico técnico sería lo más adecuado.