En la columna vertebral poseemos vértebras y entre ellas, se encuentran los llamados discos intervertebrales. Éstos separan cada vértebra pero a la vez, actúan como ligamento, manteniéndolas juntas; además, cumplen una función amortiguadora cartilaginosa que ayuda en el movimiento de éstas.
Un disco intervertebral normal posee mucha agua en su interior, lo cual le permite amortiguar las vértebras. Cuando se sobrecargan los discos por exceso de peso, entonces comienzan a dañarse; sin embargo este primer desgaste se sana y produce tejido cicatrizal, aunque ya no es como antes, sigue cumpliendo su función. El problema es cuando los discos siguen siendo dañados, al punto de la deshidratación. Si éstos pierden el agua, entonces pierden también su función amortiguadora y produce un acercamiento entre las vértebras que puede llegar a ocasionar roce y desgaste óseo.
El disco negro es una alteración en los resultados de una resonancia magnética, que indica una degeneración o deshidratación de los discos. Muchas veces esto se produce por una degeneración discal, donde hay presencia de dolor lumbar y el dolor se extiende hacia las piernas. Este tipo de degeneración ocurre de manera gradual, las personas no se dan cuenta hasta que los daños son graves o hasta que se les detectan discos negros en un examen realizado por otro motivo. Esto es mucho más frecuente en personas de edad avanzada.
Los tratamientos para calmar los dolores de discos dañados, que no incluyen cirugía, pueden ser la receta de medicamentos analgésicos; recomendación de reposo en cama por cierto tiempo y sesiones de fisioterapia. Luego que el dolor ha disminuido o desaparecido, se inicia una rutina de ejercicios para el fortalecimiento de los músculos lumbares. En caso de no desaparecer los síntomas, entonces se debe proceder a una cirugía, previos exámenes que indiquen el problema real.