El imperio otomano empezó siendo uno de los estados turcos más pequeños cuando se produjo la caída del imperio Selyúcida en Asia Menor y poco a poco fue controlando los territorios adyacentes a los suyos.
El origen de los turcos otomanos se puede situar en el Turkestán, era una etnia que se dedicaba principalmente a la cría de ganado y al comercio. Se empezaron a relacionar con los musulmanes a raíz de estas relaciones comerciales por lo que poco a poco se fueron convirtiendo al Islam. De esta forma, y debido a los conflictos que se producían entre cristianos y musulmanes, los turcos fueron escalando posiciones en el ejército.
Hacia el 1243 se produce la invasión mongola y los territorios de Anatolia pasan a estar bajo dominio mongol salvo pequeñas comunidades como la otomana que pasan desapercibidas y consiguen mantener su autonomía.
No fue hasta el 1331 cuando se producen las primeras expansiones y conquistas y pasan a ayudar al heredero al trono bizantino y este les prometió pagar tributo. Poco después se produjo un llamamiento a las cruzadas para detener el avance de los turcos por Europa pero fue un completo fracaso.
La conquista más importante llegaría el 29 de mayo de 1453 con la caída de Constantinopla. A partir de este momento empezó su expansión por Europa llegando hasta Italia consiguiendo el reconocimiento de su soberanía.
Para evitar la desaparición del Imperio, después de la conquista de Constantinopla se designó una línea sucesoria. Durante este período se vivió una época de esplendor pero la subida al trono de diversos emperadores incompetentes y más centrados en los placeres terrenales condujeron al imperio otomano a la decadencia y a la pérdida territorial a manos de los gobernantes locales.