La conjuntivitis bacteriana está causada por alguna infección o virus, principalmente por bacterias que normalmente viven en la nariz o en el la piel, siendo la afección ocular más frecuente.
Generalmente los síntomas de esta dolencia son el enrojecimiento del blanco del ojo, lagrimeo, aparición de edemas y costras en el párpado, así como la sensación de tener arenilla dentro del ojo, sentir quemazón o secreciones. Las secreciones suelen ser algo acuosas los primeros días y posteriormente pueden llegar a segregar moco y pus.
En los adultos está enfermedad surge principalmente por llevarse las manos a los ojos, y en ocasiones, también puede deberse a la transmisión indirecta a través agua de piscinas insuficientemente cloradas.
Las conjuntivitis que aparecen en los primeros 30 días de vida se denominan conjuntivitis neonatal. Es muy importante prestar atención a este tipo de procesos, ya que sus consecuencias pueden ser graves.
Esta enfermedad aparece en cualquier época del año, aunque con más frecuencia durante la época de polinización , y se conoce con el nombre de catarro de primavera.
En este tipo de conjuntivitis existe menos picor que en la bacteriana, no hay secreción viscosa y sí abundante lagrimeo. Puede aparecer hemorragia subconjuntival y estar asociada a síntomas generales (fiebre, dolores musculares, faringitis…). En ocasiones, aparecen ganglios linfáticos dolorosos en el cuello y en la zona que hay por delante de las orejas.
Cuando la conjuntivitis vírica ha sido producida por la aparición de herpes infectados no deberán usarse antibióticos con corticosteroides, ya que tienden a empeorarla.
Este tipo de conjuntivitis empeora a los 5 a 6 días desde el primer síntoma y mejora alrededor de los 10 a 15 días. Si sólo un ojo está afectado, pueden pasar hasta 2 semanas para contagiar al otro.