La rosa mosqueta es una planta silvestre que crece como arbusto y también se la cultiva en regiones con clima frío y lluvioso, como en el sur de Argentina, parte de Chile y Perú, pudiendo ser consumida como té y utilizado también otro de sus derivados como el aceite. Esta planta tiene alto contenido de vitaminas de sorprendentes propiedades regenerativas para la piel.
Debido a que contiene una alta concentración de ácidos grasos esenciales poliinsaturados como el linoleico y linolénico, se ha comprobado que actúa como un potente regenerador de la piel y es muy eficaz en el tratamiento de arrugas, cicatrices y cualquier otra afección que lleve al envejecimiento prematuro. La cascarilla del fruto tiene altos contenidos de vitamina C y cuando esta bien madura se la usa para fabricar el dulce de rosa mosqueta.
De sus semillas se obtiene el aceite de rosa mosqueta que actúa sobre la generación de las membranas de las células, incidiendo en su crecimiento, su mecanismo de defensa y otros procesos bioquímicos y fisiológicos que tienen relación con la regeneración de los tejidos.
Consumir el té del fruto natural contribuye al aumento de la resistencia, siendo reconstituyente, regenerador, colabora con la eliminación de la celulitis y revitalización de la piel. También el té ayuda a combatir la tos, el ácido úrico, los resfríos, afecciones de vejiga y actúa como diurético y digestivo.
Además entres sus beneficios está la redistribución de la pigmentación, removiendo manchas de la dermis, ayuda al mejoramiento de enfermedades de la piel como la psoriasis y es muy conveniente utilizar el aceite de rosa mosqueta luego de exponerse al sol o en climas fríos para proteger la piel.
Es importante mencionar que se debe utilizar o consumir con constancia durante cuatro o cinco semanas para comenzar a sentir sus extraordinarios efectos positivos en el cuerpo.