Algunos años después de que Thomas Alva Edison inventara el fonógrafo, que fue el primer artefacto capaz de capturar y grabar sonidos, pensó en inventar un nuevo dispositivo que tuviera como uso principal grabar discursos y conferencias de empresarios y políticos. Debido a la poca fidelidad de los primeros fonógrafos, grabar música era su único uso y no parecía una aplicación importante. Poco después se popularizó el uso del fonógrafo, lo cual sucedió cuando se comenzó la producción en masa de cilindros de cera reutilizables, lo que volvió más económico y accesible su adquisición y sucedió a finales de 1880.
El paso del fonógrafo hacia dispositivos de dictados fue gradual, a principios de 1900, el éxito de los aparatos de dictado era evidente y fue cuando Columbia Company Graphophone separó el fonógrafo del dictáfono. En 1907, el dictáfono se convirtió en marca registrada cuando Columbia Company Graphophone obligó a otras compañías, como Edison Records, a vender su versión de dictáfono con el nombre de “Edífono”.
Desde ese entonces, el nombre de dictáfono se le otorga a cualquier dispositivo que grabe sonidos, especialmente a las versiones antiguas que utilizaban cilindros fonográficos de cera para realizar las grabaciones. Años después se implementó un nuevo medio de grabación, utilizando tecnología “Dictabell”, cuyo mecanismo cortaba un surco mecánico sobre una superficie plástica reemplazando la cera del cilindro. Tiempo después esta tecnología se sustituyo por grabaciones en acetatos y cintas magnéticas.
Hoy en día los dictáfonos son pequeños, digitales y poseen un micrófono integrado, su principal uso es para grabar notas orales y conversaciones de políticos y figuras públicas.