Los trasplantes pueden ser de células, tejidos u órganos; se clasifican en cuatro según tipo de donador. El alotrasplante es el tipo de trasplante más común, en el cual el donador puede ser del mismo género o raza, pero difiere en cuanto a la genética. Para estos tipos de trasplantes se realiza un estudio en el cual se evalúa la compatibilidad donante-receptor. Esto se hace a través de exámenes de grupo sanguíneo, pruebas para comprobar la compatibilidad de HLA (antígenos leucocitarios humanos) y se evalúa la existencia de infecciones en el órgano donante. En caso que el donador esté vivo, se hacen pruebas para la diabetes, función renal, cardiopatía, neoplasias e infecciones; aunque en la mayoría de los casos, los trasplantes derivan de un cadáver.
Hay personas que deciden ser donantes en vida de dos maneras, algunos ofrecen sus órganos estando vivos, sin embargo, otros toman la decisión de ser donantes de órganos cuando mueran. La única condición para poder hacer uso de los miembros de un cadáver, es el tipo de muerte, debe ser muerte cerebral o cardíaca, por ningún motivo debe haber muerto por causa de una enfermedad como cáncer, diabetes, entre otras, en las cuales los órganos ya no sirven para el beneficio de otros.
Cuando se realiza un alotrasplante, conjuntamente se hace una inmunosupresión al receptor, inhibiendo la función de su sistema inmune para que no exista una reacción de rechazo hacia el nuevo órgano, célula o tejido extraño. Para realizar esto se emplean diversos métodos, uno de ellos son los corticoesteroides, acompañado de ciplosporina, en casos de trasplante de corazón; la linfoplasmasféresis, que elimina linfocitos e inmunoglobinas y medicamentos inmunosupresores concomitantes.