Tocolíticos es el nombre que reciben todos los medicamentos que a través de distintas funciones son capaces de retrasar el parto prematuro, al menos en un período de tiempo que permita al personal médico administrar otros fármacos que agilicen la madurez de algunas regiones del feto, tales como la glococorticoide, muy útil en la aceleración de la formación de los pulmones.
No obstante, la acción de los tocolíticos en la supresión de las contracciones que anuncian el momento de iniciar la labor de parto, se reduce a unas 48 de duración. Es ese tiempo la mujer embarazada debe ser puesta de inmediato bajo vigilancia médica y asistencial.
Hasta la fecha existe numerosos tocolíticos que inhiben con mayor o menos efectividad la llegada del parto prematuro con perjuicio para el feto. En la lista se incluyen el sulfato de magnesio o sal de Epson, la ritodrina que funciona como complemento de los receptores adrenérgicos beta-2, el atosiban que se administra por la vía intravenosa y la indometacina, un antinflamatorio.
Sin embargo, a pesar de la variedad en materia de este tipo de fármacos, los tocolíticos más empleados por su eficacia, son los bloqueadores de canales de calcio, sobre todo la nifedipina, que disminuye la presión arterial.
Todos estos medicamentos pueden ocasionar efectos secundarios que deben ser considerados de conjunto con la paciente antes de administrarlos.
Antes de administrar los tocolíticos el médico debe asegurarse de que realmente la mujer se encuentra al borde del parto, mediante la comprobación de la dilatación en la paciente y los niveles de fibronectina que indican la cercanía del parto, para evitar la ingestión innecesaria de medicamentos. En cualquier caso, el especialista debe valorar si los beneficios de emplear estas medicinas son considerablemente mayores que los riesgos que implican para la salud del feto y la gestante.
Por último, a pesar de los riesgos hay que reconocer que el tiempo ganado es oro para que el nacimiento del niño sea menos peligroso.