El engaño, el acoso, la confusión, vender por debajo del precio de coste, la coacción o emprender acciones para desprestigiar a los competidores, son algunas de las prácticas más habituales en el ámbito de la competencia desleal. En general, resulta bastante sencillo crear una corriente de opinión que dirijamos a ensalzar unos productos en detrimento del resto. Estas campañas de marketing y publicidad agresiva suelen abusar o dañar a los competidores mostrando al futuro comprador la opción más adecuada. Otras formas de competencia desleal pueden ser: robar información confidencial de productos o procesos para aplicarlos en otras empresas del sector, o vender sin ofrecer todos los datos para evitar que una mejor información derive al posible comprador hacia nuestros competidores, …
El objetivo principal del promotor e infractor suele ser obtener un provecho económico de forma directa o indirecta, perjudicando a sus competidores en el campo o sector donde desarrolla su actividad. Sin embargo, los afectados por este tipo de acciones no están indefensos, pues el marco legal establece la creación de organismos competentes para su defensa, donde se aplicarán tanto las sanciones como las penas correspondientes a los hechos probados y punibles.
En España, si uno descubre o interpreta que está siendo objeto de acciones que pueden considerarse como competencia desleal, debe acudir a denunciar estos abusos a la Comisión Nacional de la Competencia. Este órgano estatal es el encargado de vigilar la aplicación de las normas que regulan el funcionamiento del sistema, así como de establecer las labores de arbitraje, instrucción y resolución. Los encargados de dictar sentencias relacionadas con la competencia desleal suelen ser los tribunales mercantiles, que establecen las indemnizaciones en caso de que produzca un fallo a favor del demandante. Generalmente suelen imponer sanciones económicas a los infractores.
La mejor forma de defendernos es documentando las agresiones y acudiendo a un abogado especializado en estas cuestiones