Guía para redactar un testamento

Si decidimos realizar un documento que sirva para recoger nuestras últimas voluntades de forma adecuada a la legislación, la opción más recomendable es la de recurrir a un testamento abierto notarial debido a sus ventajas frente a otros documentos similares. En primer lugar, porque contaremos con el asesoramiento legal para que sea considerado válido y para que podamos decidir la mejor forma de establecer el reparto de bienes. En segundo lugar, porque conseguiremos información confidencial sobre las consecuencias legales de nuestras decisiones y, finalmente, porque una copia quedará custodiada en el archivo de la notaría.

Si depositamos el documento en la notaría, quedará un registro de nuestras voluntades, aunque podemos acudir al colegio de abogados para solicitar que guarden una copia a modo de albacea de nuestras disposiciones finales.

Es importante que, si decidimos custodiar el documento manuscrito en casa, no lo dejemos al alcance de terceras personas que pudieran alterar su orden o destruirlo por no favorecer sus intereses. Del mismo modo, el testamento manuscrito u ológrafo, debe presentarse ante el juez antes de que transcurran cinco años desde el fallecimiento, momento en que deja de ser válido.

A la hora de redactar este documento, nuestro primer paso debe ser hacer un inventario de todo el patrimonio con que contamos y establecer una relación con las personas a las que queremos legar parte de ello.  Debemos indicar que este acto de disposición de bienes debe realizarse tras la muerte del testador. El documento se firma y fecha de forma oficial para que tenga validez. Podemos incluir otras cláusulas distintas al reparto de bienes como reconocer a un hijo o hijos fuera del matrimonio, o introducir el nombramiento de albacea, tutor, contador-partidor y administrador.