La felicidad no es un estado que pueda definirse tan arbitrariamente, pues esta es subjetiva y al mismo tiempo relativa a cada individuo, es algo muy íntimo, que solamente la persona puede describir, dependiendo de sus necesidades, el momento o situación en la vida en que se encuentre, sus estados de ánimo, motivaciones y un sin fin de combinaciones de elementos que hacen a cada persona única, y también a su felicidad.
Para algunas personas, la felicidad es determinada de acuerdo a una situación particular en su vida, es decir, generalmente en estos casos, la felicidad está relacionada directamente con el nivel adquisitivo, pues posiblemente, algunas carencias en el aspecto económico, hagan pensar que con riqueza, los problemas acaban y la felicidad llega. Lo mismo sucede con las personas que buscan poder, fama o alcanzar esa belleza perfecta.
Sin embargo, con el transcurrir del tiempo y las experiencias, se van notando que muchas de las creencias con respecto a la felicidad van disolviéndose, debido justamente a la naturaleza efímera de las mismas. Llegando a un punto crucial nuevo, que hace cuestionar internamente lo que es la vida y lo que realmente uno espera de ella.
Paulatinamente, se va en forma natural, buscando ese sentido de estabilidad emocional que vaya más allá de lo efímero, esa felicidad cuya chispa se encienda con situaciones, experiencias y compañías más profundamente significativas, con el aprecio y asombro ante las cosas sencillas de la vida, en donde el individuo ya haya logrado integrar equilibradamente, su bienestar material, emocional y espiritual.
La felicidad es un arte el cual se consigue perfeccionar con el día a día, con cada situación, a cada momento. Es la forma en que percibimos la vida y cómo respondemos a los desafíos que esta nos pueda plantear, o aquellos que nosotros mismos nos creamos. La felicidad es el momento presente.